El otro día hablando con unos amigos salió a conversación el mitiquísimo sofá Chesterfield (coloquialmente Chester), todo giraba en torno su origen, su «patente» y su diseñador “original”. Yo sabía algo de cómo surgió y el porqué de la altura de sus brazos y respaldo pero como aprender nunca está de más me he documentado un poco sobre ello y resulta que fue el IV Conde de Chesterfield el “culpable” de este famoso modelo de sofá…

Según parece encargó la realización de un sillón a un ebanista indicándole que fuera «duro y robusto», con los brazos y respaldo a una misma altura para obligar a sentarse con la espalda recta ya que se había dado cuenta de que los sillones habituales no permitían a su personal de servicio mantener la postura erguida y correcta, lo que deslucía y arrugaba la vestimenta, ¡resulta que el Conde era un tipo de lo más coqueto!.

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Pero hay más, cuenta la historia que el Conde cedió en herencia su robusto sillón al joven diplomático Mr. Dayrolles y fue a través de los contactos entre la aristocracia de este como el sillón en cuestión fue adquiriendo notoriedad y con el paso del tiempo se convirtió en una moda atemporal que dura hasta hoy siempre relacionada con el buen gusto y la distinción de su poseedor.

Con el paso ha variado poco el diseño original con el clásico diseño de capitoné en respaldo y brazos pero es cierto que cada diseñador, fabricante o proveedor introduce pequeñas, mínimas modificaciones sobre la base clásica con tan de convertir esta pieza en algo aún si cabe más especial como este modelo de uno de nuestros fabricantes tapizado en piel de ternera dorada. Algo excesivo pero, ¿quien dijo que lo clásico tiene que ser aburrido?